miércoles, 28 de marzo de 2012

Resumir no es fácil.

Anonymous ataca al Senado por supuesta 'Ley Lleras'

"Nos encontramos sorprendidos e indignados por las nuevas leyes que el Gobierno desea implementar para aprobar a la fuerza el Tratado de Libre Comercio con ese país", señaló Anonymous a través de un comunicado en texto y video que circula en redes sociales, en el marco de una actividad de protesta en internet que el colectivo de activistas digitales denominó 'operación Colombia' contra "la Ley Lleras 2 recargada", en alusión al proyecto de ley 201 de 2012, que regula los términos de derechos de autor en el TLC con los Estados Unidos.
La acción que realizó el lunes Anonymous contra el sitio web del Senado se conoce como 'ataques de denegación de servicio', en donde con un programa especial, se redirigen millones de solicitudes hacia un portal específico, hasta que el computador (servidor) que lo aloja no logra dar respuesta al alúd de requerimientos para al final terminar inactivo. Así mismo, el grupo de 'hacktivistas' anunció también actos digitales contra Cumbre de las Américas y señaló en varios trinos de su cuenta en Twitter, así como en su página de Facebook, que se aprestan a realizar ataques en el marco de la Cumbre de las Américas, que se realizará entre el 14 y 15 de abril próximos en Cartagena.


300 días en Afganistán: Natalia Aguirre Zimerman

Preludio necesario


Es la versión muy personal de lo que vio y vivió una joven médica colombiana durante algo más de 300 días en Afganistán, adonde llegó el 9 de septiembre de 2002 y de donde partió el 15 de julio de 2003. Como Afganistán está en guerra desde hace más de dos décadas y acaba de padecer el fundamentalismo talibán, lo corriente sería encontrar en los microrrelatos que siguen ante todo hechos de sangre y fanatismo. Sin embargo, el lector encontrará la visión de una joven médica paisa, minuciosa, humana e incontaminada por las jergas y los prejuicios típicos de los corresponsales de guerra. Desde luego que el conflicto no está ausente de sus relatos, pero aun así podemos encontrar en ellos a mucha gente de carne y hueso que vive, sufre y se divierte en un sobresalto constante que con gran facilidad transita de la vida a la muerte.
Vale la pena aclarar que Natalia estaba en Afganistán a título de médica gineco-obstetra en una misión de la prestigiosa ONG Medicins sans Frontières (o MSF), si bien lo que ella relata no refleja de ninguna manera la versión oficial de MSF, así ellos estén al tanto de la presente publicación. Se trata simplemente de las observaciones personales que la autora envió por e-mail a su familia y a sus amigos en Medellín, así como de las fotos que tomó para ilustrar su experiencia.
Mucho se ha hablado de las diferencias que existen entre la escritura femenina y la masculina. Pues bien, lo que sigue sólo lo pudo escribir una mujer.

Una alfombra mágica moderna

Salí de París hacia Dubai porque la carretera de Pakistán a Afganistán está muy peligrosa, ya que en estos días es el aniversario del bombardeo sobre Kabul y se teme que ocurran incidentes conmemorativos. Salí con cuatro acompañantes: Petra (una logística holandesa como de mi edad), Yoerguen (un anestesiólogo alemán queridísimo que iba rumbo a Sri Lanka), al que decidimos llamar “Yogurt” para podernos acordar, Alain (un cuarentón reportero de MSF) y Katrina (la partera neozelandesa). Desde el check-in se vio lo ostentoso de la aerolínea.
Cuando llegamos a Dubai a la 1:30 a.m., nos bajamos, y en emigración vimos una gente de fantasía. Unas mujeres africanas, negras como el carbón, de 1,90 m de estatura y ropa de colores muy fuertes, además de imponentes, tenían una voz de tono muy bajo y miraban con la cara en alto. Luego vimos toda clase de musulmanas, con toda clase de trapos en la cara y rayones en las manos. Había una especialmente triste. Parecía ser la esposa de un duro saudita, barrigón, de atuendo blanco. Tenía toda la cara cubierta con un velo gris oscuro; las manos, blancas e impecables, adornadas con joyas ultra costosas; los zapatos, de tacón y negros. Detrás de ellos un maletero traía tres french poodles blancos, grandes e impecables, iguales a la dueña.
Como era de esperarse, el equipo pasó tranquilo por in¬migración, pero como yo tengo pasaporte colombiano y no tenía visa, me sacaron a un lado y se me enfrió todo. Pensé: me van a deportar y mínimo me voy de violada en la prisión local de Dubai. Afortunadamente, un viajero experimentado que me acompañaba les echó el cuento de que era sólo por una horas y que yo era de un equipo huma¬nitario. La carreta funcionó y me dejaron salir hacia el hotel. Nos alojamos en uno lujoso y bastante miamesco. Tres horas más tarde regresamos al aeropuerto, me monté en el vuelo de Naciones Unidas, un Fokker medio destartalado, y llegué a Afganistán.

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